El antiguo Mercado de Frutas y Verduras de Madrid: una oportunidad

El antiguo Mercado de Frutas y Verduras de Madrid: una oportunidad

Mercado 4 R

El edificio, extrañamente abandonado, uno de los mejores ejemplos del racionalismo arquitectónico en el paisaje de la ciudad, establece un estímulo de futuro que invita a la interacción contemporánea para dar sentido a su resignificación cultural.

18.01.16

Por JOAQUÍN IBÁÑEZ MONTOYA

En los últimos años, la actividad del Aula sobre Gestión e Intervención en el Patrimonio Arquitectónico e Industrial (Aula G+I_PAI) de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), promovida por la Fundación ACS dentro del programa de Cátedras Universidad Empresa, ha hecho del antiguo Mercado Central de Frutas y Verduras de Madrid uno de sus elementos clave para evaluar el impacto y potencial de estas arquitecturas en la ciudad contemporánea. Mediante un conjunto de acciones de investigación, de seminarios, cursos, publicaciones y webs, el edificio se ha convertido en un aliado excepcional*. Se trata de un espacio extrañamente abandonado, situado en uno de los entornos hoy de mayor atractivo cultural en Madrid. Su emplazamiento remata el itinerario cultural del Paseo del Prado a través del trazado barroco de Atocha e integra, en su encuentro con el rio Manzanares, multitud de parámetros con el reciente parque Madrid Rio, todos muy interesantes en términos del proyecto contemporáneo.

El programa “015PI: Patrimonio Industrial y Desarrollo”, desarrollado por el Aula G+I_PAI, lo ha elegido, precisamente, por ser el único de los antiguos mercados centrales de comienzos del siglo pasado aún sin intervenir. El único que aún no se ha incorporado a la rehabilitación seguida en los últimos años en Legazpi. Una verdadera oportunidad en todos los sentidos y escalas a la que se añade, además, una singular calidad arquitectónica.

El antiguo mercado es una de las piezas más atractivas del patrimonio legado a Madrid por su autor, Javier Ferrero Llusiá**. Pese a su tamaño es un verdadero desconocido. Y uno de los mejores ejemplos del racionalismo arquitectónico en el paisaje de la ciudad. Su calidad, excepcional, es reflejo de la dinámica de los años de su ejecución. Una dinámica a la que pertenecen igualmente otras arquitecturas como los mercados de la Puerta de Toledo y el de Olavide (demolido lamentablemente hace casi medio siglo), la Imprenta Municipal o el muy conocido viaducto de Bailén. Todos proyectos del mismo arquitecto municipal.

En aquel Madrid que arrancaba su modernización urbana con los inicios del pasado siglo, el solar pertenecía al extrarradio y estaba aún atravesado por el primer tramo del canal comenzado por la Ilustración, nunca finalizado, que pretendía conectar la ciudad con Lisboa. El cauce cercano del rio lindaba con los ramales de las vías del ferrocarril que condicionaban su forma triangular. La voluntad del arquitecto, tras unos primeros tanteos en la línea regionalista de los mataderos vecinos, asume una respuesta radical. Para resolver el encargo su planteamiento no entiende otro argumento que dotarse una disposición rigurosamente funcional. Un argumento que seguramente lo hará capaz, años más tarde, de sobrevivir al abandono, como ahora está demostrando.

La geometría del solar se aprovecha al máximo. Se adosa a sus bordes para poder habilitar un gran espacio interior a modo de plaza de intercambios. En realidad, su disposición es la de un edificio lineal que se pliega; con unos ligeros retranqueos en los frentes exteriores para que sus crujías permitan la entrada del transporte ferroviario a las naves y facilitar así su uso como mercado central. Una forma que se adapta a todas estas condiciones con un alto grado de eficacia maquinista no solo en la planta sino también en la sección como una condición de vanguardia que hace, de esta última, un capítulo significativo del proyecto. Planta alta y baja se conectan directamente mediante sucesivos ascensores de carga (como ocurrirá en Olavide, aunque en este caso serán cintas transportadoras). Su lógica de máquina es evidente: solo necesita disponer de una estructura adecuada de hormigón armado apropiada que la soporte. Una estructura que estará calculada no solo para las personas sino también para que los camiones puedan moverse por sus dos plantas, tanto desde la plaza de Legazpi como desde el puente anejo que cruza el rio desde el distrito de Usera.

En su interior todo se expresa con una lógica implacable de intercambio. Elude toda contaminación formal; se aleja de cualquier alarde decorativo para organizar modularmente sus espacios mediante un uso repetitivo de pórticos ligeramente acartelados que se doblan, eso sí, como pueden, en los ángulos para configurar las esquinas. Una demostración de la capacidad plástica de estos materiales que se confirma en la planta superior con la elegante solución de sus dos marquesinas en voladizo, hoy ocultas por una posterior y poco afortunada solución metálica. El exterior es igualmente sobrio y duro, tan solo aligerado por la modulación y el diálogo con el ladrillo de sus paramentos; un ejemplo de discreción a la par que de complicidad local. De un anonimato militante desde lo público.

Un edificio que se incorpora magníficamente al paso del tiempo con su fortaleza y que constituye un documento fundamental del patrimonio industrial del siglo XX. Pero que, sobre todo, establece un estímulo de futuro que invita a la acción contemporánea para dar sentido a su resignificación cultural, a un enunciado acorde con su contexto social como un verdadero laboratorio para experimentar sus espacios disponibles. Un reto para el Aula G+I_PAI y para la propia ciudad que requiere identificar sus parámetros actuales de proyecto sobre el parque inmediato y los otros mataderos, pero, especialmente, indagar nuevas especificaciones de su interés desde los cambios globales de una complicidad entre la universidad, el mundo empresarial y la administración pública para hacer de Madrid un destacado espacio de referencia internacional.

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* El edificio, además de ser motivo de varios cursos sobre intervenciones en el patrimonio arquitectónico en la ETS de Arquitectura de la UPM, ha sido tema del III Seminario Taller “Proyectar la memoria” y su publicación correspondiente.

** El mercado es obra del arquitecto municipal Javier Ferrero Llusiá (Madrid, 1891-1936), realizado entre los años 1926 y 1935, con la colaboración del ingeniero Alfonso Peña Boeuf. El autor formaba parte del equipo dirigido por Luis Bellido.

Joaquín Ibáñez Montoya es director del Aula G+I_PAI y responsable de línea del grupo de investigación ProLab de la UPM.

Nota: esta noticia pertenece al número 342 del Boletín Semanal ‘e-Politécnica Investigación e Innovación’ de la Universidad Politécnica de Madrid y en madri+d.